Ahora toca su turno al poeta
argentino Francisco Luis Bernárdez.
Estoy casi seguro que la mayoría de
lectores que han escuchado de su obra se habrán llegado a emocionar al punto de
las lágrimas. No es para menos, este genio era capaz de eso y más, con su
estilo intermedio entre el cultismo propio de la vanguardia modernista que
fuera su primera influencia y el carácter sencillo de sus palabras.
Lo más probable es que al
escuchar mencionar su nombre, el lector promedio se remonte al soneto objeto de
mayor atención mediática y bandera de su trabajo, me refiero a aquél que
comienza así: Si para recobrar lo
recobrado…
Pero en esta ocasión me complace
informarles que será otro de sus enormes sonetos el que dejare para su deleite,
titulado: Soneto enamorado.
Dulce como el arroyo soñoliento,
mansa como la lluvia distraída,
pura como la rosa florecida
y próxima y lejana como el viento.
Esta mujer que siente lo que siente
y está sangrando por mi propia herida
tiene la forma justa de mi vida
y la medida de mi pensamiento.
Cuando me quejo, es ella mi querella,
y cuando callo, mi silencio es ella,
y cuando canto, es ella mi canción.
Cuando confío, es ella la confianza,
y cuando espero, es ella la esperanza,
y cuando vivo, es ella el corazón.
mansa como la lluvia distraída,
pura como la rosa florecida
y próxima y lejana como el viento.
Esta mujer que siente lo que siente
y está sangrando por mi propia herida
tiene la forma justa de mi vida
y la medida de mi pensamiento.
Cuando me quejo, es ella mi querella,
y cuando callo, mi silencio es ella,
y cuando canto, es ella mi canción.
Cuando confío, es ella la confianza,
y cuando espero, es ella la esperanza,
y cuando vivo, es ella el corazón.
Ideal para una chica enamorada,
para un romántico empedernido, para el amor.
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